
La producción orgánica se basa, en asegurar la fortaleza y sanidad del suelo, considerado éste como un complejo ecológico donde conviven una fracción mineral con otra orgánica en descomposición y otra integrada por microorganismos, animales y vegetales. Es necesario mantener e incrementar la fertilidad y fortalecer el complejo biológico de ese suelo. Una de las formas de lograrlo, es mediante la utilización de la denominada “composta”, que en significa un “compuesto”, llamado así porque se logra con la mezcla de restos orgánicos (residuos de cocina, paja, estiércoles, ceniza) y tierra.
Preparación:
Para la realización del compostero, es importante la elección del sitio. El mismo deberá ubicarse en un lugar contiguo a la huerta a cultivar; siendo su tamaño ideal de 3 a 4 m de largo por 2 m de ancho, por cada 100 m2 de huerta. El suelo allí debe ser normal, apto para el cultivo, ya que cuando llega el tiempo frío, las lombrices y microorganismos del suelo no tienen más materia para descomponer y se refugian en este suelo. Por otra parte es preferible que tenga inclinación hacia los laterales, porque como el compostero se mantiene permanentemente húmedo, deberá favorecerse el escurrido del exceso de agua.
Es importante que el lugar esté reparado del viento, preferiblemente con protección de árboles o arbustos. En lo referente a la exposición al sol, se logra una buena protección con una capa de pasto seco, cortado a más tardar en floración para evitar la diseminación de semillas de malezas.
Para dar inicio a la elaboración propiamente dicha de la composta, se acumulará en el sitio designado todo material vegetal que no haya semillado: pasto, podas de árboles o arbustos, frutales y forestales, restos de vegetales de la huerta, etc.
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